jueves, 31 de enero de 2008


El negocio de matar vacunos sin perder la gracia de Dios

Las habilidades negociadoras del carnicero brasileño Antonio Russo y sus clientes musulmanes y judíos.

Como no podía entrar a algunos de los principales mercados, Independencia trató agresivamente de conquistar los que se consideraban secundarios. Para obtener negocios en países islámicos como Kuwait, Irán y Malasia, Russo consultó con los líderes musulmanes brasileños para crear mataderos acordes con la religión, donde los animales miran hacia la Meca mientras son descuartizados (...)

Pero el mayor reto de Independencia fue conquistar el mercado israelí. Primero, la planta de Anastácio cambió la semana laboral para ajustarse al descanso sabático judío. La empresa modificó el sacrificio de reses para cumplir con la tradición kosher de matar al animal sin primero atontarlo. Russo agregó a la planta un cuarto donde los rabinos pueden salar la carne para eliminar la sangre, otra obligación religiosa.


Los rabinos viven en casas alrededor de la fábrica. Y como no hay mucho que hacer en un lugar en el que las señales de tráfico advierten de la posibilidad de que se cruce un jaguar, disponen de mucho tiempo para rezar y estudiar las escrituras.

Los empleados locales, algunos de ellos indios tienen buenas razones para adaptarse a estas nuevas costumbres, dice Julio Cesar Nascimento, el gerente de la planta. "Se trata de los trabajos mejor pagados de la región y existen gracias a Israel y los rabinos", dice.

The Wall Street Journal Americas, 23.06.2004

Imágenes: hebrewnational.com

viernes, 25 de enero de 2008


Charles Proteus Steinmetz

El texto que aquí presentamos es un relato breve donde se muestra la utilización de la ciencia y de los científicos por el gran capital. No interesa qué defectos pueda tener el individuo siempre que dé ganancias. Ha sido tomado de una colección de ensayos sobre la ciencia realizada por Martin Gardner y publicados en español por Salvat bajo el título de El Escarabajo Sagrado (dos tomos).



Steinmetz era un jorobado, hijo de un litógrafo jorobado.
Nacido en Breslau en mil ochocientos sesenta y cinco, se graduó a los diecisiete años con las más altas calificaciones en el Instituto de Breslau e ingresó en la Universidad de Breslau para estudiar matemáticas;
las matemáticas eran para Steinmetz el ejercicio muscular, las largas caminatas por las colinas, el beso de una chica enamorada y las felices tardes pasadas en compañía de los amigos bebiendo cerveza; sobre su quebrada espalda sintió la pesada carga de la sociedad, del mismo modo en que la sentían los trabajadores sobre sus espaldas erguidas y los estudiantes pobres sobre las suyas, fue un miembro de un club socialista y redactor de un periódico llamado La voz del pueblo.
Bismarck se hallaba sentado en Berlín como un gran pisapapeles empeñado en mantener el feudalismo en la nueva Alemania y conservar el imperio para sus jefes, los Hohenzollerns.
Steinmetz tuvo que escaparse a Zurich por temor a ser encarcelado; en aquella ciudad sus matemáticas causaron gran revuelo entre todos los profesores de la Politécnica; pero en la Europa de la década de 1880 no había lugar para un estudiante alemán sin un chavo, jorobado y con la cabeza llena de cálculos simbólicos e interés por la electricidad -que es matemática transformada en potencia-, y, para colmo, socialista.
Junto con un amigo danés se embarcó con destino a América como pasajero de tercera clase en un viejo buque francés llamado La Champagne, vivió primero en Brooklyn y luego se trasladó a Yonkers, donde fue contratado a doce dólares la semana por Rudolf Eichemeyer, un exiliado alemán del 48, inventor, electricista y propietario de una fábrica de generadores eléctricos y de maquinaria para la confección de sombreros.
En Yonkers desarrolló la teoría del tercio armónico y la ley de la histéresis, que resume en una fórmula las céntuplas relaciones entre el calor metálico, la densidad y la frecuencia cuando una corriente alterna modifica la situación de los polos magnéticos en el núcleo de un electroimán.
La ley de la histéresis de Steinmetz es la que hace posible el funcionamiento de los transformadores eléctricos, que se encuentran protegidos por cajitas y por casetas en todas las líneas de alta tensión del mundo. Los símbolos matemáticos de la ley de Steinmetz constituyen el modelo de todos los transformadores del mundo.


En 1892, cuando Eichemeyer vendió su empresa a la corporación que en el futuro daría lugar a la General Electric, Steinmetz fue incluido en el contrato junto a los demás aparatos de valor. Durante toda su vida, Steinmetz fue una pieza de la maquinaria perteneciente a la General Electric.
Al principio, su laboratorio estuvo en Lynn, pero después fue trasladado junto con el pequeño jorobado a Schenectady, la ciudad eléctrica.

La General Electric le mimaba y le dejaba ser socialista, cuidar de un invernadero con cactus iluminado por luz de mercurio, tener como mascotas caimanes, cuervos parlantes y un monstruo de Gila, mientras el departamento de publicidad ensalzaba al mago, al hechicero que conocía la fórmula para abrir la puerta de la cueva de Alí Babá.
Steinmetz anotaba una fórmula en el puño de su camisa y a la mañana siguiente brotaban mil nuevas centrales eléctricas y la canción de las dinamos y el silencio de los transformadores se convertían en dólares y más dólares;
y todos los domingos, el departamento de publicidad regalaba al público norteamericano con almibaradas historias que convirtieron a Steinmetz en prestidigitador de salón,
que creaba truenos de juguete en su laboratorio y hacía que los trenes de los niños se deslizasen con puntualidad, que la carne se conservase fría en la nevera y que funcionaran la lámpara del salón, los grandes faros, los reflectores y los focos giratorios que guiaban por la noche a los aviones en Chicago, Nueva York, St. Louis y Los Angeles;
y le dejaron ser socialista y creer que la sociedad humana podía mejorarse del mismo modo que puede mejorarse una dinamo; y le dejaron ser filogermano y escribir a Lenin ofreciéndole sus servicios, porque los matemáticos son personas tan poco prácticas que inventan fórmulas que permiten construuir centrales eléctricas, fábricas, sistemas de ferrocarril metropolitano, de iluminación, de calefacción, de aire acondicionado y de luz solas, pero no son capaces de transformar las relaciones humanas que afectan al dinero de los accionistas y a los sueldos de los directivos.



Steinmetz fue un prestidigitador
famoso que habló a Edison
golpeando su rodilla en código
Morse
debido a que Edison estaba muy
sordo,
y se fue al Oeste
para pronunciar discursos que
nadie comprendía,
y habló de Dios con Bryan en el
vagón de un tren,
y todos los reporteros se agolparon
cuando se entrevistó
con Einstein,
aunque nadie pudo entender lo
que se dijeron,
y Steinmetz fue, además, la pieza más valiosa de la maquinaria de la General Electric
hasta que se desgastó y murió.


Dos Passos, J. Proteus
Imágenes: viewimages.com, rotaryfirst100.org y becklaser.de

sábado, 12 de enero de 2008


Una visión destructiva de la naturaleza

Santificada por dios y los libros sagrados, la civilización occidental y cristiana avanza sin detenerse hacia la destrucción irreversible de la biosfera. Hay que detener este afán autodestructivo e irracional, invocando a otros dioses y a verdaderas razones.




"La religión de un pueblo refleja y determina a la vez su actitud ante la naturaleza. En el primer capítulo del Génesis, versículo 27, leemos:

Y los bendijo Dios diciéndoles: 'Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra'.

A pesar de que han pasado más de 100 años desde que Charles Darwin escribiera El origen de las especies (1859), la idea que tenemos de nuestro lugar en la naturaleza, de nuestra relación con el mundo natural se haya todavía determinada, en un sentido profundo, por este antiguo mito judeocristiano. Pasajes como éste nos ordenan someter la Tierra y a todas sus criaturas, y aumentar nuestra propia población hasta que consigamos llenar (henchir) la Tierra con el género humano.

Antes de mediar el último siglo, cuando unos pocos geólogos y biólogos se dieron cuenta de la antigüedad de la Tierra y de sus habitantes, todo el mundo creía (a partir de los cálculos de teólogos eminentes) que la historia de la creación descrita en el Génesis tuvo lugar en el año 4004 a. de C. El pasaje constituye una declaración de la actitud de la humanidad ante la naturaleza en los primeros años de la historia judía. Abel, el pastor, y Caín, el agricultor, representaban dos maneras de domeñar la naturaleza que hacían posible una tasa de extracción de alimento mucho más elevada del medio ambiente de la que previamente se conocía. Se trataba de dos modos de vida que iban a permitir a la humanidad procrear y multiplicarse, y henchir toda la Tierra.





El desarrollo del pastoreo y de la agricultura cambió de forma fundamental el equilibrio que previamente existía entre los seres humanos y su contorno. No sólo se domesticaron ciertas especies, sino que otras que podían competir con los rebaños domésticos y dañar la tierra agrícola tuvieron que ser expulsadas de pastos y campos. Los carnívoros, para los que el ganado era una presa fácil, fueron mantenidos a distancia o sacrificados. La humanidad necesitaba dominar y controlar la actividad de muchos mamíferos con los que empezaba a competir. Estos acontecimientos revolucionarios reforzaron una tendencia hacia una vida sedentaria que había aparecido anteriormente en la prehistoria, y la consecuencia fue un aumento de la población.

Para las pequeñas tribus de pastores y agricultores nómadas, el arquetipo judío era el apropiado. Mediante tales pretextos, la humanidad ha llegado a dominar y someter a la naturaleza y en la actualidad ocupa prácticamente todas las zonas disponibles y adecuadas de la superficie de la Tierra. Pero el pequeño mundo de los antiguos judíos (una zona de tierras semiáridas que corresponde al Israel de nuestros días y a las regiones vecinas) ha sido sustituido en la actualidad por una Tierra densamente poblada. Ya no hay tierras vírgenes que dominar, ni queda más espacio para una ulterior expansión de la humanidad. Porque el lugar de la especie humana en la naturaleza ha cambiado, nuestra actitud ante ella debe cambiar asimismo.





Esta visión judeocristiana del mundo que hemos descrito ha sido característica, naturalmente, de judíos, cristianos y, entre éstos, especialmente de los protestantes. Casi todas las demás religiones y filosofías reflejan una actitud de mayor respeto y preocupación por la naturaleza. Para nosotros, la importancia del punto de vista judeocristiano no es sólo que dirige buena parte de la tecnología occidental, sino también que, disfrazado de los valores comerciales y la tecnología occidentales, se está extendiendo por todo el mundo. Una actitud similar de explotación irreflexiva de los recursos naturales del mundo se está haciendo cada vez más común entre las personas de otros continentes que han estado en contacto con el mundo occidental.
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Todavía nos enfrentamos a los mismos problemas que tenían planteados nuestros antepasados: problemas de supervivencia. Dependemos todavía, de manera absoluta y final, de la naturaleza de este mundo, de la vida vegetal y animal con la que vivimos. Como Darwin nos demostró tan claramente, todavía somos parte de la naturaleza, y tal dependencia no puede disminuir en virtud de nuestra tecnología, ni ésta puede asegurar nuestra supervivencia. Ésta dependerá de un único factor: nuestro éxito o nuestro fracaso en conseguir un nuevo equilibrio con nuestros recursos, mediante la estabilización del crecimiento de la población y de la tasa de extracción. El hambre que amenaza a un tercio de la población mundial demuestra con terrible claridad que nuestra deuda con la naturaleza es ya muy grande, y que sus recursos son finitos".





Campbell, B.G. (1985). Ecología humana. Barcelona: Salvat.
Imágenes: cubasolar, geographos.com, amazon.com y kozyo.blogspot

viernes, 11 de enero de 2008


Sergei Esenin: Poesía

Gran poeta ruso que se hizo conocido no solamente por su excelente literatura sino también por su vínculo amoroso con Isadora Duncan.



A qué vagar ni ajar arbustos escarlatas,
ni buscar rastros de los armuelles.
Con el manojo de tus cabellos de avena
te has marchado entre mis sueños para siempre.

Te vi hermosa y tierna
con el zumo bermejo de las bayas en tu piel;
te parecías al crepúsculo
y eras como la nieve, radiante y luminosa.

Las semillas de tus ojos se marchitaron,
tu nombre leve se esfumó como un sonido,
pero quedó en los pliegues de tu mantilla
el aroma de miel de tus manos inocentes.

En horas del silencio cuando el alba
como un gato se lame sobre el tejado,
oigo el rumor y la dulzura que cantan
los panales del agua y de la brisa.

Qué importa si a veces la tarde azul
me susurra que eras una canción y un sueño
quien adivinó tu talle dócil y tus hombros
aproximó sus labios al enigma.

A qué vagar ni ajar arbustos escarlatas,
ni buscar rastros de los armuelles.
Con el manojo de tus cabellos de avena
te has marchado entre mis sueños para siempre.


Imágenes: multiplayer.it/forum y nellacoloniapenale.splinder.com