viernes, 31 de julio de 2009

Los maestros de la craneometría

Durante la segunda mitad del siglo XIX hizo su aparición no solo la teoría de la evolución, sino también la fe en que las mediciones científicas rigurosas podían explicarlo todo. En este contexto surgió la craneometría, disciplina que estudiaba el cráneo humano y que respaldó posiciones racistas a favor de la "indiscutible" superioridad del hombre blanco. Finalmente, fueron esas mismas mediciones las que cuestionaron estos supuestos y mostraron que la "objetiva" ciencia podía ser manipulada para justificar los prejuicios más absurdos.





En 1861 un violento debate ocupó varias reuniones de una joven sociedad que aún estaba sintiendo los dolores del nacimiento. Dos años antes, Paul Broca (1824-1880), profesor de cirugía clínica en la facultad de medicina, había fundado la Sociedad Antropológica de París. En una reunión celebrada en 1861, Louis Pierre Gratiolet leyó un trabajo que ponía en tela de juicio la creencia más preciosa de Broca: Gratiolet se atrevió a sostener que el tamaño del cerebro no guardaba relación alguna con el grado de inteligencia del mismo.

Broca se alzó en su propia defensa afirmando que, si la variación de tamaño no tuviese valor alguno, "el estudio de los cerebros de las diferentes razas humanas perdería la mayor parte de su interés y utilidad". ¿Para qué los antropólogos habían dedicado tanto tiempo a la medición de los cráneos sino para poder deslindar los diferentes grupos humanos y estimar sus valores relativos?

Entre las cuestiones hasta ahora debatidas en el seno de la Sociedad Antropológica, ninguna tiene tanto interés y tanta importancia como la que abordamos en este momento... La gran importancia de la craneología ha causado una impresión tan fuerte en los antropólogos que muchos de nosotros hemos descuidado otros aspectos de nuestra ciencia para dedicarnos en forma casi exclusiva al estudio de los cráneos... Esperábamos que esos datos nos proporcionaran alguna información pertinente para el establecimiento del valor intelectual de las diferentes razas humanas (1861, p. 139).

A continuación, Broca soltó sus datos y el pobre Gratiolet tuvo que batirse en retirada. Su última intervención en el debate debe incluirse entre los discursos más oblicuos, e incluso más cargados de abyectas concesiones, jamás pronunciados por científico alguno. No abjuró de sus errores, sino que sostuvo que nadie había apreciado la sutileza de su posición. (Dicho sea de paso, Gratiolet era monárquico y no adhería la tesis igualitarista. Sencillamente, buscaba otro tipo de mediciones que permitiesen justificar la inferioridad de los negros y de las mujeres: por ejemplo, la sutura más precoz de los huesos del cráneo).

He aquí la conclusión triunfal de Broca:
En general, el cerebro es más grande en los adultos que en los ancianos, en los hombres que en las mujeres, en los hombres eminentes que en los de talento mediocre, en las razas superiores qu en las razas inferiores (1861, p. 304)... A igualdad de condiciones, existe una relación significativa entre el desarrollo de la inteligencia y el volumen del cerebro (p. 188).





Cinco años más tarde, en un artículo sobre antropología para una enciclopedia, Broca se expresó en términos más enérgicos:
Un rostro prognático (proyectado hacia adelante), un color de piel más o menos negro, un cabello lanudo y una inferioridad intelectual y social, son rasgos que suelen ir asociados, mientras que una piel más o menos blanca, un cabello lacio y un rostro ortognático (recto), constituyen la dotación normal de los grupos más elevados en la escala humana (1866, p. 280)... Ningún grupo de piel negra, cabello lanudo y rostro prognático ha sido nunca capaz de elevarse espontáneamente hasta el nivel de la civilización (pp. 295-296).

Son palabras duras, y el propio Broca lamentaba que la naturaleza hubiese dispuesto así las cosas. Pero, ¿qué podía hacer él? Los hechos son los hechos: "No existe fe alguna, por respetable que sea, ni interés alguno, por legítimo que sea, que no deba adaptarse al progreso del conocimiento humano e inclinarse ante la verdad" (en Count, 1950, p. 72).

El anatomista norteamericano E. A. Spitzka instó a los hombres eminentes a que después de muertos donaran su cerebro a la ciencia. "La idea de una autopsia me resulta sin duda menos repugnante que el proceso de descomposición cadavérica en la tumba, tal como lo imagino" (1907, p. 235). Entre los craneometristas del siglo XIX, la disección de colegas muertos llegó a convertirse en una especie de industria casera. Los cerebros ejercían su habitual fascinación, y las listas se exhibían con gesto arrogante, no sin incurrir en las acostumbradas comparaciones de tinte ofensivo.

De hecho, algunos hombres de genio salieron bien parados. Frente al promedio europeo situado entre los 1300 y los 1400 g, el gran Cuvier, se destacó con sus prominentes 1830 g. Cuvier encabezó la clasificación hasta que, finalmente, Turgenev quebró la barrera de los 2000 g en 1883.

El otro extremo era un poco más desconcertante y embarazoso. Walt Whitman logró escuchar el canto de América con solo 1282 g. El colmo del oprobio fue Fran Josef Gall, uno de los dos fundadores de la frenología -original "ciencia" consagrada a valorar las diferentes capacidades intelectuales basándose en el tamaño de las regiones cerebrales donde estarían localizadas-, cuyo cerebro pesó unos mezquinos 1198 g. (Su colega J.K. Spurzheim obtuvo un resultado bastante respetable: 1559 g.). Y, aunque Broca no llegó a saberlo, su propio cerebro solo pesó 1424 g: sin duda, un poco más que el promedio, pero nada para ir alardeando. Anatole France extendió el arco de los autores famosos hasta algo más de los 1000 g cuando, en 1924, se situó en el extremo opuesto a la famosa marca de Turgenev, con un registro de salida de solo 1017 g.





Los cerebros pequeños eran una molestia, pero Broca, impertérrito, se las arregló para justificarlos a todos. Los individuos que los habían ostentado, o bien habían muerto a edades muy avanzadas o bien habían sido de estatura muy pequeña y constitución delgada; o bien se trataba de cerebros dañados por efecto de la mala conservación. La reacción de Broca ante un estudio realizado por su colega alemán Rudolf Wagner fue típica. En 1855, este último había obtenido una presa valiosísima: el cerebro del gran matemático Karl Fiedrich Gauss. El cerebro pesó 1498 g, apenas por encima del promedio; en cambio presentó una riqueza de circonvoluciones mayor que la de cualquier otro cerebro disecado hasta encontes. Estimulado por ese descubrimiento, Wagner se dedicó a pesar los cerebros de todos los profesores muertos -y dispuestos a dejarse disecar- de Göttingen; siempre con el propósito de representar la distribución del tamaño cerebral de los hombres eminentes. Hacia la época en que Broca luchaba con Gratiolet, 1861, Wagner ya disponía de cuatro nuevas mediciones. Ninguna de ellas entrañaba una amenaza para Cuvier, y dos eran sobremanera desconcertantes: los 1368 g de Hermann, el profesor de filología, y los 1226 de Hausmann, el profesor de mineralogía. Broca corrigió la cifra relativa al cerebro de Hermann basándose en su edad, y le sumó 16 g, con lo que éste resultó un 1,19% superior al promedio: "no mucho para un profesor de lingüística", reconoció Broca, "pero ya algo". Ninguna corrección pudo elevar a Hausmann hasta el nivel de la gente normal, pero, considerando sus venerables setenta y siete años, Broca especuló que su cerebro podría haber sufrido un grado de degeneración senil más pronunciado que el habitual: "El grado de decadencia que la vejez puede suponer para el cerebro es muy variable, y no puede calcularse".

Pero Broca no se quedó tranquilo. Había logrado justificr aquellos datos numéricamente bajos, pero no había podido elevarlos hasta niveles superiores al común. De manera que, para conseguir una conclusión irrebatible, sugirió con un toque de ironía que los sujetos cuyo cerebro había medido Wagner después que el de Gauss, quizá no fueran tan eminentes:
No es muy probable que en el lapso de cinco años hayan muerto 5 hombres geniales en la Universidad de Göttingen... Las vestiduras profesorales no constituyen necesariamente un certificado de genialidad; incluso en Göttingen, deben de existir algunas cátedras ocupadas por hombres no muy notables" (1861, pp. 165-166).

Llegado a este punto, Broca desistió de la empresa: "El tema es delicado", escribió (1861, p. 169), "y no insisitiré más en él".






Gould, Stephen Jay (1988). La falsa medida del hombre. Buenos Aires: Orbis-Hyspamerica
Imágenes: elhogardelassombras.blogspot.com, futuropasado.com, elementosbuap.mx,

martes, 14 de julio de 2009

De los dioses y la religión

Se dice que el hombre es religioso porque sabe que va a morir. Y para sobrellevar la angustia de la cancelación definitiva de su vida, ha inventado a una infinidad de dioses que le garantizan otra vida más allá de la muerte. Allí están los variados paraísos para escoger nuestro turismo celestial; allí están los ofrecimientos de resurrección de la carne para todos los que fueron justos; allí están las huríes que gratificarán eternamente a los que mueren en la Guerra Santa; o quizá el nirvana de la eterna paz y el no-ser de felicidad infinita. A continuación, algunos textos que muestran que no hay religión que no sea sectaria y que se escape de la vanidad (pecado) de creerse la única religión verdadera.





(La religión, el amor y el odio)

"Las guerras religiosas tienden a ser más fieras que las demás. Cuando la gente pelea por territorio para ventaja económica, lo hace hasta cuando ya no vale la pena costear la lucha, y entonces transige. Cuando la causa es religiosa, el transigir y la reconciliación se ven como un mal". Roger Shinn, profesor de ética social, Union Theological Seminary, Nueva York.

"Los hombres discuten, escriben, luchan y mueren por la religión; hacen cualquier cosa menos vivir para ella (...) En los casos en que la religión verdadera ha evitado un crimen, las religiones falsas han dado el pretexto para mil". Charles Caleb Colton (1825).


"Tenemos suficiente religión como para odiar, pero no suficiente como para amarnos unos a otros". Jonathan Swift (1667-1745).


"El hombre nunca comete el mal tan completa y gozosamente como cuando lo hace por convicción religiosa". Blaise Pascal (1623-1662).


"El verdadero propósito de una religión superior es difundir los consejos y las verdades espirituales que son su esencia a tantas almas como pueda llegar, para que cada una de estas almas pueda, por ello, cumplir el verdadero fin del Hombre. El verdadero fin del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de El para siempre". Arnold Toynbee, historiador.





La parte más antigua de la Biblia precede a todos los demás escritos religiosos del mundo. La Torá, o los primeros cinco libros de la Biblia -la Ley que Moisés escribió por inspiración-, se remonta a los siglos XV y XVI a.E.C. Por contraste, los escritos hindúes Rigveda (una colección de himnos) se completaron alrededor del año 900 a.E.C. y no se atribuyen a inspiración divina. El "Canon de las tres cestas" budista se remonta al siglo V a.E.C. El Corán, del cual se alega que fue transmitido por Dios mediante el ángel Gabriel, es producto del siglo VII E.C. El Libro del Mormón, supuestamente dado a Joseph Smith en los Estados Unidos mediante un ángel llamado Moroni, es producto del siglo XIX. Si algunas de estas obras han sido inspiradas por Dios, como algunos aseguran, entonces lo que ofrecen como guía religiosa no debería contradecir las enseñanzas de la Biblia, que es la fuente inspiradora original. También deberían contestar algunas de las preguntas que más han intrigado a la humanidad.


(Según los Testigos de Jehová, la Biblia es la palabra del único dios verdadero, por derecho de antigüedad. Como se escribió primero, es la fuente de todos los demás discursos religiosos que tienen pretensión de verdad revelada. Para ellos, la formidable obra literario-religiosa de un pueblo de pastores que salió de Ur de los caldeos guiados por Abram, es la única que Dios dictó a sus iluminados que pasaron a ser conocidos en la historia como judíos).


Associaçao Torre de Vigia de Bíblias e Tratados (2006). El hombre en busca de Dios. Brasil.


La libertad en Norteamérica: el caso Russell





Bertrand Russell, filósofo idealista, destacado representante del neopositivismo, antimaterialista, anticomunista y fervoroso defensor de la paz, que tanto ha contribuido al desarrollo de la lógica matemática, enseñaba en la Universidad de Califorina, cuando en febrero de 1940 fue nombrado profesor de la Universidad de la ciudad de Nueva York. Al hacerse público el nombramiento, el obispo Manning, de la Iglesia Episcopal Protestante, escribió una carta a todos los periódicos de Nueva York atacando a la Junta de Educación superior que lo había nombrado. En ella preguntaba indignado: "¿Qué puede decirse de las universidades y colegios que presentan a nuestra juventud como maestro de filosofía a un hombre reconocido propagandista contra la religión y la moralidad, y que defiende específicamente el adulterio?".


La carta fue el comienzo de un ataque general de todas las fuerzas reaccionarias de distintas jerarquías. Eclesiásticos, universidades religiosas, sociedades, autoridades judiciales, personas particulares, periódicos y revistas, que tenían como común denominador una tendencia religiosa conservadora, participaron en la campaña, emulándose mutuamente en la defensa de lo que ellos llaman "moralidad", "libertad" y "democracia" Para esto apelaron al insulto, la difamación y la interpretación arbitraria e interesada de algunos de sus libros. Se decía que Bertrand Russell era "un protector del paganismo", "el anarquista filosófico y el nihilista moral de Gran Bretaña", "reseco, divorciado y decadente abogado de la promiscuidad sexual", "profesor que ha traicionado de "mente" y su "conciencia", "profesor de inmoralidad e irreligión", "ministro del demonio entre los hombres", etc., etc.


Antes de seguir adelante quiero recordar al lector que todo esto pasó y se dijo en la gran ciudad de los rascacielos, en Nueva York, el orgullo del mecanismo yanqui, lugar de residencia de los representantes del monopolismo imperialista y no en algún rincón atrasado de la tierra. Ahora sigamos.


Para presionar a la Junta, uno de cuyo miembros, Charles H. Tuttle, había prometido pedir reconsideración del nombramiento, el actual periódico "Journal American", acusó a Russell de favorecer "la nacionalización de las mujeres..., los hijos fuera del matrimonio... y los criados como prendas de un estado sin Dios". Naturalmente que no podía faltar la acusación estandarizada de "exponente del comunismo".


A esta campaña periodística se unieron los particulares enviando numerosas cartas a la Junta, y organizaciones famosas "interesadas en la educación de la juventud", como los Hijos de Xavier, la rama neoyorquina de la Sociedad Central Católica Americana, la Antigua Orden de los Hibernenses, los Caballeros de Colón, el Gremiio de Abogados Católicos, la Sociedad del Sagrado Nombre de Santa Juana de Arco, la Conferencia de los Ministros Bautistas Metropolitanos, la Conferencia del Oeste Medio de la Sociedad de Mujeres de Nueva Inglaterra y los Hijos de la Revolución Americana del Empire State.






Como si todo esto ya no fuera suficiente para desprestigiar a su país, se produjo la protesta de "las universidades clericales", que acusaban a Russell de que siendo extranjero no podía enseñar legalmente en las universidades y que sus opiniones, en lo referente al sexo, eran realmente incitaciones al crimen. Por su parte, el Presidente de los Hijos de Xavier y principal fiscal del distrito del Estado de Nueva York, protestó de que usara el dinero de los contribuyentes para "pagar las enseñanzas de una filosofía de la vida que niega a Dios, desafía la decencia y contradice completamente el carácter religioso fundamental de nuestro país y nuestro pueblo".


Perdón. Puede que el lector esté pensando que esto sucedió en los tiempos de la Edad Media o durante las monarquías feudales. Nada de eso. Quiero recordarles que pasó nada menos que en 1940, hace 29 años solamente. Continuemos.


Como culminación de la campaña desatada contra el filósofo inglés, que debió seguir los acontecimientos asombrado y perplejo, haciendo esfuerzos para seguir teniendo conciencia de que se hallaba en el siglo XX, el 15 de marzo, tres días antes de que se reuniese la Junta para resolver la reconsideración del nombramiento, el Presidente del Bronx, James J. Lyons, uno de los inquisidores, presentó una moción al Consejo Municipal pidiendo que la Junta anulase el nombramiento. El pedido fue aprobado por 16 votos contra 5.


Las protestas siguieron ascendiendo de categoría. Ahora, el Presidente de Distrito, George V. Harvey, de Queens, declaró que si no despedían a Russell trataría de suprimir la suma de 7 500 000 dólares, votada por el Congreso para el sostenimiento de las facultades municipales, remarcando, que si se desaprobaba el nombramiento "las universidades serían universidades piadosas, universidades americanas, o se cerrarían".





Cuando se lee todo esto, que ruboriza de vergüenza, hay que reconocer honradamente que en ninguno de nuestros países latinoamericanos, pobres y atrasados, ha sucedido algo semejante. Uno se pregunta entonces: ¿en qué consiste la superioridad norteamericana? En que sus clases dominantes tienen más dinero, más poder, armamentos más temibles y fábricas prodigiosas para producir más.


Fuera de esta clase de superioridad, hay que reconocer también que en el campo de la cultura hay universidades, profesores, sociedades culturales y personas que salvan el prestigio del pueblo norteamericano. Precisamente, fueron ellos los que alzaron su voz de protesta y defensa en favor de Russell. En una carta que escribieron al alcalde La Guardia expresan esta profunda convicción: "Si el ataque a Bertrand Russell tiene éxito, ningún colegio ni universidad americana estaría libre del control inquisitorial de los enemigos del libre examen... El recibir la instrucción de un hombre de la calidad intelectual de Bertrand Russell es un raro privilegio para los estudiantes de cualquier parte... sus críticos debieran hacerle frente en el campo abierto y justo de la discusión intelectual y el análisis científico. No tienen derecho a reducirle al silencio impidiéndole enseñar... El problema es tan fundamental que no puede soslayarse sin poner en peligro toda la estructura de la libertad intelectual de que depende la vida de la universidad americana".



Guardia Mayorga, C. (1970). Filosofía, ciencia y religión. Lima: Los Andes.
Imágenes: mariasport.wordpress.com, exchristian.net, wittgen-cam.ac.uk, amazon.com, cagarrutiblogg.blogspot.com, allposters.com

domingo, 12 de julio de 2009

Virgen santísima, socórrenos

Todas las iglesias pretenden imponer un dogma de fe: un sistema estructurado de creencias que no puede ser cuestionado, y donde el dios, profetas, santos, etc., son seres sobrehumanos y perfectos, sin fallas ni pecados. La cultura popular ha asimilado estas creencias a su propia visión del mundo, caracterizada por la sencillez, el apego a la naturaleza y un alto sentido práctico. En Los perros hambrientos, Ciro Alegría brinda una muestra de esta idiosincracia. A continuación, presentamos dos fragmentos de una de las mejores novelas del escritor peruano.

¡Arriba en el cielo están los santos y santas! Todos los santos y santas del cielo, haciendo sus milagros. Arriba en el cielo, ahora amargo. Y cada santo y santa tienen su propia especialidad. Y en cada lugar hay una imagen para pedirle lo que sea necesario. San Isidro hace granar las mieses. Pero no le hablen de lluvias: en eso, por lo menos en las tierras de nuestra historia, es perita la Virgen del Carmen. Pero para prevenir accidentes dentro de las mismas lluvias, ahí está Santa Bárbara. Cuando truena, se la invoca de esta manera:

Santa Bárbara, doncella,

líbranos del rayo y la centella.

San Cristóbal es protector de caminantes, y San Nicolás de navegantes. Este agrupa sus devotos entre los cholos balseros del Marañón. Santa Rita de Casia es abogada de imposibles, pero comparte responsabilidades con San Judas Tadeo. San Cayetano mantiene la plata y el pan en el hogar. Y así por el estilo. Hemos dejado para el final a San Antonio por ser el más milagroso, campechano, democrático y paciente de los santos. El es experto en descubrir pérdidas y robos, buscar empleos, concertar matrimonios, curar enfermos, curar pobrezas, curar infidelidades, etc. Además, se contenta con poco: una velita y unas cuantas oraciones. Y todavía, si no concede lo pedido, el defraudado puede tomar contra él medidas compulsivas para obligarlo a hacer caso. Hay quienes lo azotan. Los más lo ponen patas arriba. Otros le hacen oler orines. También, si es que lo tiene, le quitan el traje nuevo. Recibe el debido castigo hasta que el milagro se realice. De lo contrario, puede inclusive ser decapitado. Así pasó con el que llevaba en su alforja el abuelo del Simón Robles, que era arriero. La piara de mulas que conducía -nada menos que treinta mulas- se le perdió en las inmensas punas de Callacuyán. Estuvo tres días buscándolas. Al cuarto, desesperado, sacó a San Antonio de la alforja, lo puso en el suelo y de un machetazo le cortó la cabeza. ¡Pero no hay que ser impío antes de tiempo! Al subir a un cerro vio que a lo lejos trotaban unas mulas arreadas por un hombre montado, en pelo, en la última fila. Avanzaban rápidamente. Llegaron a su lado. Eran sus mulas. Estaban todas, ni una más ni una menos, pero el hombre no estaba. El abuelo del Simón, entonces, comprendió. Y puso de pie al santo y le acomodó como pudo la cabeza, que quedó ladeada sobre el roto cuello, y se arrodilló ante él, llorando y pidiendo perdón. Desde ese día fue más devoto. Por supuesto que hizo soldar la cabeza. La devoción heredóse junto con la imagen, que el Simón tenía sobre una repisa rústica en un ángulo del bohío. Y era precisamente esa imagen de cuello pegado la milagrosa. Otra no valía lo mismo.





Aprendiendo del Simón, y frecuentemente ayudados por él mismo, relataremos también otras muchas importantes historias. Acaso sean puestas en duda, ya que la verdad es, en algunas ocasiones, tan paradojal o tan triste, que el hombre busca razones para el ingreso de la incertidumbre. Y en esto se parece -hablando en genérico y salvando, en cada situación, las distancias precisas- a cierto curita de la provincia de Pataz. Era un sacerdote humilde e ignaro, de la cuerda de aquellos indios beatos a quienes el obispo Risco de Chachapoyas, después de enseñarles unos cuantos latinajos, tonsuró y echó por el mundo -en este caso el mundo era la sierra del norte del Perú- a desfacer entuertos de herejía.

Nuestro buen curita predicaba una vez el famoso Sermón de Tres Horas en la iglesia del distrito de Siguas. Puso mucha emoción, gran patetismo, en relatar los padecimientos y muerte de Nuestro Señor. El resultado fue que casi todos los aldeanos feligreses, en especial las viejas pías, se pusieran a gemir y llorar a moco tendido. Confundido el curita por el efecto de sus palabras y no sabiendo cómo remediar tanto dolor, dijo al fin:

- No lloren, hermanitos... Como hace tanto tiempo, quién sabe será cuento.




Imágenes: vidayobras.blogspot.com, torear.blogspot.com

miércoles, 8 de julio de 2009

Alejandro Romualdo (V)

En su búsqueda de nuevas formas de expresión a través de la poesía, Romualdo ha pasado por diversas etapas creativas: una inicial, neosimbolista; otra, existencialista; y una tercera, neovanguardista. Sin embargo, a lo largo de todas ellas ha perdurado su compromiso social, así como la inmensa humanidad que transmiten sus poemas, los cuales reflejan una mirada profunda y diferente al ser humano y la sociedad en la que vive. En Romualdo se comprueba el aserto de Rimbaud: que todo poeta es un vidente. A continuación, presentamos el análisis del crítico peruano Camilo Fernández acerca de Alejandro Romualdo, y una selección de sus últimos poemarios.





Charles Baudelaire, poeta romántico antecedente del Simbolismo francés, había señalado que la poesía debía expresar el misterio de la vida y manifestar el universo interminable de las analogías, pues el poeta era un descifrador de los aparentes jeroglíficos que pueblan el mundo. El autor de Las flores del mal decía que el verdadero poema debe alejarse de la forma didáctica: “Describiendo lo que existe, el poeta se degrada y se rebaja al rango de profesor; refiriendo lo posible, permanece fiel a su función, es un alma colectiva que interroga, que llora, que espera y que adivina a veces”. Rimbaud exploró el universo de las interminables analogías en su poema “Vocales” y le asignó a cada una de éstas un color. De ese modo, se alejó de todo discurso didáctico y planteó la idea de que la poesía era una desorganización de los sentidos y ello hacía del poeta un vidente que accedía a una realidad distinta de la habitual. Verlaine escribió: “De la musique avant toute chose”; es decir, la música como principio fundamental está antes que todo y en la génesis del texto poético. El poema era visto como un conjunto de acordes y ello implicaba un arduo trabajo del receptor para completar el sentido que el autor apenas ha esbozado. Mallarmé decía que: "Nommer c'est supprimer les trois quarts de la jouissance du poème qui est faite du bonheur de deviner peu à peu; le sugérer, voilà le rêve". No hay que nombrar, sino sugerir determinadas realidades; he allí la labor del poeta, quien debe huir de todo discurso que imponga conocimientos e ideologías de modo autoritario. La torre de los alucinados como poemario neosimbolista se sitúa en esta tradición: la poesía como sugerencia y alejada de todo discurso didáctico. Ello evidencia que el poeta busca las inacabables analogías y convierte a su texto en una provocación para el lector. Por eso, debemos releer esas páginas de Alejandro Romualdo y comprobar que hay un gran poeta, cuya obra tiene indiscutible vigencia.



De "Edición extraordinaria" (1958)


Canto coral a Tupac Amaru, que es la libertad





Yo ya no tengo paciencia para aguantar
todo esto
Micaela Bastidas

Lo harán volar
con dinamita. En masa,
lo cargarán, lo arrastrarán. A golpes
le llenarán de pólvora la boca.
Lo volarán:
¡y no podrán matarlo!

Lo podrán de cabeza. Arrancarán
sus deseos, sus dientes y sus gritos.
Lo patearán a toda furia. Luego
lo sangrarán:
¡y no podrán matarlo!

Coronarán con sangre su cabeza;
sus pómulos, con golpes. Y con clavos
sus costillas. Le harán morder el polvo.
Lo golpearán:
¡y no podrán matarlo!

Le sacarán los sueños y los ojos.
Querrán descuartizarlo grito a grito.
Lo escupirán. Y a golpe de matanza
lo clavarán:
¡y no podrán matarlo!

Lo pondrán en el centro de la plaza,
boca arriba, mirando al infinito.
Le amarrarán los miembros. A la mala
tirarán:
¡y no podrán matarlo!

Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Querrán descuartizarlo, triturarlo,
mancharlo, pisotearlo, desalmarlo.
Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.

Al tercer día de los sufrimientos,
cuando se crea todo consumado,
gritando ¡libertad! sobre la tierra,
ha de volver.

Y no podrán matarlo.


La paloma de alas rojas

Mira, madre, en el cielo una paloma
de alas ensangrentadas: ¿Quién la ha herido?
Mira cómo se agita, prisionera,
desesperadamente por su nido.

Mira, madre, en el cielo otra paloma,
y otra paloma igual, ensangrentada.
Mira cómo palpita, traspasada
por una flecha, y vuelta prisionera.

Vamos a liberarla por el cielo,
y que retorne con la primavera.
Paloma roja y blanca de mi pueblo.
Paloma de alas rojas, mi bandera.


Tú no eres un ángel

Tú no eres un ángel, ni un hada, ni una diosa,
y yo te amo.
Tus alas son las alas de mi poesía.
Tu espada es la espada de mi poesía.

Tú no eres un ángel, ni un hada, ni una diosa.
Posees un cuerpo real. De mujer.
Los ángeles no me protegen como tú,
ni me hablan como tú,
ni sus alas son más suaves que tus cabellos.

Te amo así: mujer de labios dulces y manos ásperas,
mujer de carne y sueño, mujer mía
en medio de la felicidad o el sufrimiento.



De "Cuarto mundo" (1972)

Poética

La rosa es esta rosa. Y no la rosa
de Adán: la misteriosa y omnisciente.
Aquella que por ser la Misma Rosa
miente a los ojos y a las manos miente.

Rosa, de rosa en rosa, permanente,
así piensa Martín. Pero la cosa
es otra (y diferente) pues la rosa
es la que arde en mis manos, no en mi mente.

Esta es la rosa misma. Y en esencia.
Olorosa. Espinosa. Y rosamente
pura. Encendida. Rosa de presencia.

La Rosa Misma es la que ve la gente.
No es la que ausente brilla por su ausencia,
sino aquella que brilla por presente.


Entre líneas

Enséñame a dibujar, dice Laura,
y mueve el lápiz.
(El papel
se puebla de árboles,
los árboles
se llenan de frutos
y de pájaros
que abren el pico azul
y verde y rojo
para cantar entrelíneas
"y después dice que no sabe...")


Belleza clásica

Todos alaban tus mejillas dulces,
tu tenso vientre, tus abruptos senos
y tu impecable, intacta dentadura.
(Pero callan, oh Níger impetuosa,
el temblor de tus nalgas celestiales).


Tus ojos aquellas barcas

Creo que son tus ojos aquellas barcas
que reposan con dulzura bajo tu frente.
(Tus ojos esas barcas
amarradas
a la orilla
del mar del mar
de lágrimas
de tus ojos esas barcas
amarradas
con lágrimas
a la orilla
de tus ojos.)

Quiero creer que son tus ojos
aquellas barcas reclinadas bajo tu frente.
Hasta que el sol se va, no me levanto.
Aún estoy sentado junto al mar. Quiero
soñar que son tus ojos esas barcas que avanzan
mar afuera, hacia el amor.
Amor adentro, el corazón va en ellas. Quiere
llegar
hasta tu corazón.


Soledad I

Solo el cielo en el cielo
y en el aire
el pájaro solo
sólo el pájaro en el aire
y otra vez el cielo
y nada más que el pájaro
y nada más que el cielo
definitivamente solo
cielo y pájaro.






Imágenes: carlosmsotomayor.blogspot.com, freeforumzone.leonardo.it, charomendivil.de